27/10/2012

Diario Del Barón von Malek

Apreciado Consuegro:

Antes de que rompas la presente carta he de comunicarte que ya no soy la persona que viste la última vez. He cambiado, pero no sin más, hay una razón de peso, que a continuación paso a relatar.

Mi peculiar historia comienza al cabo de, pasadas dos semanas después, de tú última, y desilusionante -por culpa mía- visita de navidad.

Sé que mi actuación, delante de la familia fue más que vergonzosa, pero te juro que no he vuelto a probar el alcohol.

Mi hijo mayor, al día siguiente de la fatídica cena navideña, empezó a regañarme, como si los roles se hubieran tornado y ahora fuera él el padre. Me dijo cosas muy dolientes; que no había cuidado de mi familia, que era un mal padre, un borracho, y no sé cuántos adverbios más que mi mente ha tratado de olvidar.

Aquello me afecto como nunca nada lo había hecho. Durante varias noches me escondía en la guardilla, acurrucado como un niño pequeño en posición fetal. Allí donde nadie podía verme ni escuchar podía llorar durante toda la noche.

Después de tres días sufriendo, decidí marcharme. Nadie me echaría de menos, sería un problema menos para ellos y de este modo serían felices.

Preparada la mochila con: una muda, una manta, víveres para varios días y una lámpara, me dispuse a escabullirme al exterior.

Una vez, fuera de la casa, me quedé meditando la dirección a seguir. No se me ocurría hacia dónde ir. Me quedé mirando las estrellas embobado.

Unas campanas me sacaron de mi ensimismamiento, era el reloj de mi casa que marcaba la medianoche. Había estado dos horas mirando el cielo sin darme cuenta, no podía perder más tiempo. Pensé rápido; “Estamos en invierno, hace frio, el frio se vincula al Norte. Pues hacia el Norte iré.”

Antes de salir de la basta ciudad ya notaba un fuerte dolor en mis pies al no estar acostumbrado a caminar, resultante de mi acomodada vida.

La oscuridad de las calles y el aleteo de un murciélago tratando de apresar algún incauto insecto, fueron mis únicos acompañantes hasta las afueras.

Me adentré en el cementerio, siempre he pensado que hay que tener más miedo de los vivos que de los muertos. La noche era húmeda y se había formado una espesa neblina que ocultaba mis pies, pero no el dolor –que cada vez era peor-.

Oí un crujido a mis espaldas, no muy lejos de mí. -“Será un animalillo –pensé- buscando un hueso que poder roer.” Pero noté una mirada penetrante observándome. Me giré rápidamente, asustado por primera vez en esta noche, y no pude creer lo que vi.

Una muchacha, hermosa y completamente desnuda; su piel, plateada como la luna, sus ojos, grises como la piedra. Se asustó al ser descubierta y salió corriendo. No sé por qué empecé a correr tras ella. La seguí hasta la cripta, donde se metió sin pensárselo dos veces en la negra oscuridad. ¿Tan asustada está para no darse cuenta del peligro que corre al adentrarse en un lugar que se está cayendo por el propio peso de los años? Últimamente había habido corrimientos de tierra en el interior.

Traté de escuchar a través de la entrada, sin éxito alguno. Seguro que no se había aventurado más que unos metros y ahora se encontraba agazapada entre los nichos temblando de miedo.

Cogí mi lámpara, la encendí y alumbre la entrada. Nada, así que penetre en el subterráneo. Caminé –a pesar de mi dolor de pies- con cuidado de no tocar nada; no tenía ganas de morir aplastado por el techo de la cripta, aunque si esto ocurría les quitaría el trabajo de enterrarme. Este pensamiento me hizo esbozar una ligera sonrisa, sonrisa que duró apenas un segundo, lo justo para recordar en donde me hallaba.

-“¡Muchacha, no tengas miedo, solo quiero ayudarte!”

Ninguna respuesta.

-“¡Este lugar es muy peligros, se puede derrumbar en cualquier momento!

La misma respuesta.

Espero que no se haya metido en un nicho –pensé-, no, no tendría fuerza suficiente para abrir uno, me costaría incluso a mí.

Caminé durante un buen trecho, y si mal no recordaba estaba llegando al final de la cripta; siendo niño me trajeron mis padres para ver la tumba de mi tatarabuelo, una experiencia que no he olvidado aún a pesar de los años.

No era posible que la hubiera pasado sin verla, había mirado cada rincón, y aun así ahí estaba la pared que delimitaba la cripta.

Me senté en un rincón desconcertado. ¿Habría sido sólo un producto de mi imaginación? Noté un ligero frescor en mis pies, acerqué la lámpara para mirarlos. Mis calcetines estaban ensangrentados, me quité los zapatos y vi lo que me temía. Había caminado más que en toda mi vida y me había destrozado los pies. Todo por una ilusión, seguramente provocada por mi adicción al alcohol.

Me recosté un poco para descansar, fue ahí donde me di cuenta. ¿De dónde venía esa brisa? No es posible en una cripta cerrada, debe de haber otro conducto.

Me calcé –dolorosamente- , y cojeando –pues al enfriarme los pies me dolían mucho más- me puse a buscar. Entre unos nichos encontré un agujero que se había formado por consecuencia de un derrumbe.

Dejé atrás los pasillos de piedra esculpida para adentrarme en un pasillo de roca natural. Era casi imperceptible, y más a pesar de mi cojera, pero hubiera jurado que el túnel descendía cada vez más.

Caminé un buen rato, pensando. ¿Por qué seguía adelante? ¿Era por la muchacha? No, no era más que una fantasía de mi mente. Lo hacía por mí, tenía miedo de volver atrás, de que me acusaran por las cosas que hecho, por las cosas que no he hecho…

De repente oscuridad, se había agotado el combustible de la lámpara. Me quedé quieto en la total oscuridad, no se oía nada. Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad y puede ver como un leve resplandor. Caminé –cojeando- hacia él. El resplandor, de un color verde, era cada vez era mayor.

Llegué hasta una gran caverna iluminada por ese resplandor verde, lo proyectaba un lago que la cubría casi por completo. Ese lago, de color esmeralda, era casi hipnótico.

Su olor recordaba al bosque después de la lluvia. Cuando me quise dar cuenta tenía los pies sumergidos en su interior. Para mi sorpresa era bastante espeso, como la savia de un árbol, pero relajante. Tan relajante que me tumbe en la orilla, con mis pies allí sumergidos, mirando el techo. Un techo enredado de raíces y de lo que me parecieron ataúdes, asomando como queriendo llegar al lago. Esta imagen no me extrañó, los ataúdes se estarían hundiendo a causa de los desplomes de la zona.

No se cuánto tiempo estuve dormido, solo sé que me despertaron unos guturales gemidos. Al otro lado del lago pude apreciar a unos humanoides. Transportaban algo hacia el lago y lo lanzaban dentro. Volvían por donde habían venido y, después de un rato, regresaban otra vez con algo parecido y lo volvían a lanzar dentro.

Me calcé y comencé a acercarme a ellos, pues quería preguntarles sobre la chica. Mientras me acercaba me percaté de que estos individuos iban, al igual que la muchacha, desnudos. Y no solo eso, sus pieles eran también de un pálido sepulcral. Cuando me hallaba a unos 100 metros de ellos se pararon de golpe y se giraron al unísono mirándome como si de una amenaza se tratase, entre ellos estaba la joven a la que seguí hasta este lugar.

Vi cómo se les caía la mercancía que trasportaban cuando se pusieron a gritar amenazadoramente. Era un cadáver ya carcomido y seco, supongo, hace décadas.

El terror inundó mi cuerpo cuando uno de ellos me agarró por el tobillo, al tiempo que salía del espeso lago, y los demás se pusieron a correr hacia mí como animales.

Instintivamente, metí una patada a mi captor y corrí, dios sabe que corrí, más que en toda mi vida.

Lo siguiente que recuerdo fue despertar en el hospital rodeado de mi familia, la cual parecía realmente preocupada. Cuando se percataron que despertaba todos se pusieron a brinca y a abrazarme. A pesar de lo que creía, mi familia me amaba. Había sido un estúpido al irme precipitadamente, pero podía enmendar los males que les había provocado con dedicación.

Ese mismo día me dieron el alta. El doctor me dijo que físicamente estaba perfecto, que lo único había sufrido era un gran shock.

Pero lo que no pude explicarle, ante su asombro, fue por qué tenía pies de veinteañero.

Barón von Malek


1 comentario:

  1. A este relato le pusimos voz en El Podcast de Freakdom 37: https://www.ivoox.com/pdf-programa-37-audios-mp3_rf_23110844_1.html

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